La Espera

Sabría reconocer tu olor con los ojos cerrados, te veía aún encerrado, en mi vientre acurrucado. Te dí la vida aquel día sabía que no eres mío, préstamo de lo alto, milagro concedido. Alegría recibida, mil veces daría mi vida, me edifica tu sonrisa plenitud en compañía. Añoranzas ya colmadas, esperanzas abrazadas, aunque el camino sea duro, mi amor jamás te falla. Per creces, me mandas callas mil veces, me aborreces, ves memeces, en mis consejos sandeces. Vas subiendo cada año de la vida, otro peldaño. No sabía de esta herida, amor tan grande como el daño. Te he llevado de la mano, he curado tus heridas, consolando a tus hermanos cuando el temor te invadía. ¿Me dejas de lado con mirada fría? Cómo has cambiado, ser extraño que no conocía. He callado, sepultado los engaños a tu lado, pareces decepcionado, ¿lo que te he dado no ha bastado? Hijo, hijo mío ¿qué te pasa, qué te abrasa? Das un portazo y sin un abrazo te largas de casa. Y ahora es oscuro, no te conozco… mi corazón va contra un muro por verte en el fondo del pozo, reconozco mis errores quizá por amarte tanto. Cuéntame tus dolores sabes que siempre te estoy amando. Me cambias por cualquier cosa, drogas, modas engañosas, vanidades doloras van hundiéndote en la fosa. Graffity en las baldosas, en tu alma se forman posos, lloro en tu cuarto con tus cosas, recuerdos son espantosos. Mírame, mira a tu madre atravesada, por el dolor de la angustia de un hijo que se le escapa. Nada duele como esto ni aunque me saquen las tripas, no vivo desde aquel día ni el ansiolítico lo disipa. La fe se debilita, me siento pequeñita, madre a la que han arrancado a su amada criaturita. Satanás aléjate de él, grito al cielo cada día. Has engañado a su alma, él esto no lo haría. Con mi amor incondicional no pensaría que me tocaría, tanto entregado a un hijo, que así me lo pagaría. Dios mío no creía en la profecía…una espada me atraviesa el alma como a la virgen María.

“Y me fallo madre porque no he aprendido a amar y te daño, aunque todo me lo das. Año tras año con paciencia ruegas. Se hace dura la espera. Y te fallo hijo cuando sólo te sé amar y me dañas, al protegerte del mal. Año tras año sueño que regresas. Se hace dura la espera.

Desde pequeño me he sentido sólo, diferente a mi pesar, no he sabido expresar, ni he podido chillar. Pedir auxilio entre el cinismo de familia espectacular, me acerco al abismo y con pesimismo decido escapar. De esta vida de cuento, no me encuentro, no puedo más. Me falta el aliento, descontento, duda existencial. Niño brillante querido de todos…mientras en el cole me insultan y me llenan de apodos. Mi padre no me entiende, amigos que me mienten, me voy defraudando, no creo en la gente. Dolor transformo en cloroformo, rabia contenida. Va haciendo mella, deja la huella, engulle mi alma pervertida. La inocencia que me salvaba y protegía va cubriéndose de escamas, ásperas y miradas frías. Riéndose, nutriéndose de mi dolor le encuentro a él, negocia con mis flaquezas, le entrego mi luz y fe. Es Lucifer, cojo su mano, hemos firmado el tratado el pringado ha terminado. Inconsciente decisión, arriesgo y giro el timón. Mi vida va a la deriva, ya no se ni quién soy yo. De juerga en juerga disfruto del colocón. Si paro y presto atención me veo sumido en el bajón. Me he vendido…no soy buen hijo. Miro pa un lado le meto otro calo, sube el volumen me importa un pijo.

¿Te suena? ¿Sientes en tu alma las cadenas? Toma asiento que te cuento una historia que no condena. Si te sientes perdido, has traicionado o malvivido, una voz llama a tu oído pa proponerte el camino.

Había una vez un hombre que tenía dos hijos, todo era tranquilo hasta que un día el menor dijo: Dame mi parte de la herencia pa vivir como me apetece. Poca paciencia y exigencia y el amor se desvanece. El padre así hizo, y su hijo se marchó. Vivió varios años entre mujeres y alcohol. Se emborrachó, todo gastó, la herencia desperdició. Se vio pobre y desnudo y de su padre se acordó. Comiendo de la basura sobras de los cerdos, los criados de su padre mejor estaban, lo recuerdo. Avergonzado, arrepentido y cabizbajo, volvió a su casa, humillado, sin esperar buen trato. Padre he pecado contra el cielo y contra ti, no merezco llamarme tu hijo, entiendo que me mandes ir. De rodillas en el suelo implorando el consuelo, su padre lo abraza fuerte por recuperar su desvelo. Donde abundó el dolor sobreabundó el amor, de un padre que creía muerto parte de su corazón. Mandó matar el mejor becerro cebado pa celebrar el regreso de su hijo resucitado.

“Y me fallo madre porque no he aprendido a amar y te daño, aunque todo me lo das. Año tras año con paciencia ruegas. Se hace dura la espera. Y te fallo hijo cuando sólo te sé amar y me dañas, al protegerte del mal. Año tras año sueño que regresas. Se hace dura la espera.

Todo lo escuchó su hermano, siempre fiel y sincero. A su alma sobrevinieron tentaciones y recelos. “Yo siempre he estado contigo, nunca te he fallado, vuelve este hijo tuyo ¿y esta fiesta le has montado?” Es necesario dar la bienvenida, tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida. Se había perdido y ha sido hallado. ¡Mira en tu vida qué se ha perdido es hora de que sea encontrado!

De esta historia de Jesús no sé quién eres tú. Es tiempo de esperanza aunque pese mucho tu cruz. Este padre simboliza el milagro en el que no crees. La fuerza del Señor que pone al dolor del revés…

Y te fallo cuando todo me lo das, te rechazo porque no he aprendido a amar. Año tras año tus brazos me entregas con amor divino permites la espera.